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 Saga Crepúsculo... un amor peligroso

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supernovaaitna
Elena
Darky
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Darky

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MensajeTema: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyLun Dic 01, 2008 2:07 pm

Bueno, pues aquí la Darky, una gran fan de esta pedazo saga de vampiros y... un peligroso amor entre un vampiro y una humana.
Para mí esta saga es mejor, y Crepúsculo es un libro alucianante, es la primera vez que leo un libro con tantas páginas!!
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Darky

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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyLun Dic 01, 2008 2:16 pm

Saga Crepúsculo... un amor peligroso 296006263yqyrteupodogumox0

Esta alucinante saga ya gana a Harry Potter (y no solo lo digo yo, si no toda la gente que lo ha leído).Os lo recomiendo a todos, y no os asusteis cuando veais el montón de páginas que tienen los cuatro libros (especialmente el cuarto, Amanecer), porque en dos semanas aproximadamente lo tienes leído.

Solo quiero decir que...VIVA CREPÚSCULO!!!!! I love you I love you I love you

Visitar la página oficial de Crepúsculo:
www.crepusculo-es.com
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Elena




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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyLun Dic 01, 2008 2:24 pm

ola !!

Joba Cris, o deberia decir "vampira", no se como pudiste leer esos libros, son gordisimos, Laughing
Te prometimos un regalo si los leias todos y te lo tendremos que dar , pero que te regalamos?
Creo que ya se... , te sirve la entrada al cine para ir a ver la peli ? Rolling Eyes
Pero el problema es que no tengo dinero el rollo de que llegan los reyes y que le hai que regalar a tus hermanas y a tus padres...
jolin ya podian esistir de verda, no ?

beuno te dejo guapa
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supernovaaitna

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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyJue Dic 04, 2008 2:19 pm

ola Darky pues yo no leí este libro...

Pero si lo lees tu es porque esta genial!!

¡¡Bueno hermosura te dejo!!

¡besosss!

Antia
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Darky

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MensajeTema: Trailer completo de ~CREPÚSCULO~ //o5.12.o8//   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyVie Dic 05, 2008 5:43 pm

Bueno pues como hay personas a las que les gustaría mucho ver la película os dejo aquí el trailer completo de CREPÚSCULO, que se estrena hoy!!!!Pues aquí os dejo el trailer del mejor libro del mundo!!Disfrutadlo!!


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Dieko laxe

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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyVie Dic 05, 2008 7:12 pm

OLA!!!

Buaaa!!!

ta jenial o video!!

debe de estar moi ben a peli...

a ver cando se sacan a do siguiente libro...

ABURR!!!!

PASATE!!!
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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptySáb Dic 06, 2008 4:06 am

Por favor, que sé que habéis ido hoy, cuenta qué tal está y cómo lo habéis pasado... me hubiera gustado veros, tú estabas enganchadísima al libro, pero es que a Araceli la he visto yo como una sonámbula subir las escaleras con Crepúsculo delante de los ojos... tenía cara de hipnotizada, qué locas, madre... affraid Cuenta, cuenta...
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Ash




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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyMar Dic 09, 2008 6:34 pm

Admin escribió:
Por favor, que sé que habéis ido hoy, cuenta qué tal está y cómo lo habéis pasado... me hubiera gustado veros, tú estabas enganchadísima al libro, pero es que a Araceli la he visto yo como una sonámbula subir las escaleras con Crepúsculo delante de los ojos... tenía cara de hipnotizada, qué locas, madre... affraid Cuenta, cuenta...

*Acabo de llegar, pero bueno, me entrometo*

La película es impresionante...
Pensaba que me iba a llevar una decepción, pues como el libro me gustó tanto, no sé, era un presentimiento, pero para nada... Es genial !
Te recomiendo que la veas, es preciosa, aunque es práticamente el libro xD En fin, chao !
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Darky

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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyJue Ene 08, 2009 5:38 pm

Bueno Luz, que la película está G-E-N-I-A-L! cheers
Enserio, merece la pena verla. Me han contado que en España la película recaudó más de 5 millones de euros, y piensan sacar la segunda ese año por las mismas fechas que la anterior.
Si, Aracely es practicamente una vampira cuando se pone a leer los libros. Llegó a un punto en el que estaba totalmente elada y ni se inmutaba. No sé, era como si no se diera de cuenta, escalofriante... la idea de parecerse a un vampiro le agrada mucho. A mí tampoco para que mentir...
Espero que Aracely no se entere de esto que voy a decir, aunque creo que ya lo sbe todo el mundo. Al final de la peli, justo cuando estaban en el bile de fin de curso, coge y se pone a llorar... en fin, para mí verla llorar es mejor que ver una peli de coñas. Me lo paso pipa viéndola, porque en esto que le preguntas si está llorando te dice con los ojitos rojos todos llenos d lágrimas: ''Eu non tou chorando...sniff!''
Y bueno, lo cierto es que te entran unas gaas de reir impresionantes, y claro, mi madre siempre me dice que si algo me da gracia que me ria todo lo que quiera, aunque me riñan. Aunque ella también se lo pasó muy bien viendome a mí llorar con ''Buffy, la cazavampiros'', resulta que Angel (el vampiro que sale con Buffy) regresó del infierno, y nada, que me emocioné, aunque ella casi inuda el salón con sus lágrimas... Razz

Bueno Luz, voy a subir aquí el resumen de Amanecer.
Ya me dirás que tal está...
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Darky

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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyJue Ene 08, 2009 5:44 pm

Título: Amanecer
Autor: Stephenie Meyer
Editorial: Alfaguara

Argumento

Este libro es el desenlace de la exitosa saga de Crepúsculo. Está dividido en tres partes.
En la primera parte, Bella se casa con Edward. Tienen una boda de ensueño en la casa de los Cullen. Su luna de miel es en isla Esme, una pequeña isla que Carlisle (el ‘padre adoptivo’ de Edward) le regaló a su mujer, Esme. Allí Edward le concede el deseo de Bella y se acuestan juntos.
Tras pasar varias semanas de luna de miel, Bella se empieza a sentir rara. Duerme y come más de lo normal. Siente mareos y vomita. Ella descubre que está embarazada y Edward prepara todo para volver a Forks con su familia para que Bella aborte. Pensaba que los vampiros no podían tener hijos, aunque fuese con una humana.
Carlisle le confirma a Edward por teléfono que si existe la posibilidad de que Bella esté embarazada, y no de un niño humano. Por eso, Edward quiere volver rápido a casa para impedir que el feto haga daño a su esposa.
Bella no quiere perder al niño, por eso pide ayuda a Rosalie, la hermana de Edward, ya que siempre quiso ser madre.

Aquí empieza la segunda parte del libro, en la que es Jacob (el mejor amigo de Bella) el que narra.
La manada de hombres lobo dirigida por Sam, se entera del embarazo de Bella y de que el bebé no va a ser humano. La misión de los hombres lobo es impedir que los humanos mueran a causa de lo sobrenatural, y al no saber lo peligroso que podía ser el bebé de Bella, deciden matarlo, aunque con eso deban matar también a Bella.
Jacob, que está enamorado de Bella, se niega a acatar esa orden y forma una nueva manada con Seth y Leah Clearwater.
Edward se da cuenta de que puede leer los pensamientos del bebé, y que este adora a su madre e intenta no hacerle daño a toda costa.
Bella da a luz un mes después de quedarse embarazada, ya que este no era un embarazo normal. Al traer al mundo a una semihumana, se le rompen un gran número de huesos y está a punto de morir, por eso Edward le inyecta ponzoña directamente en el corazón para convertirla en vampiresa.
Jacob, que es consciente del nacimiento de la niña, se imprima directamente de la hija de Bella, Renesmee, a la que él apodará como Nessie.

Con esto, termina la segunda parte del libro y empieza la tercera, narrada por Bella.
Ahora Bella es vampira, y disfruta de su nueva vida al lado de su esposo y su hija.
Un día, cuando Renesmee estaba de caza con Jacob y Bella, Irina, del clan Denali, los ve y confunde a Renesmee con un niño inmortal (un niño que ha sido convertido en vampiro cuando aún no tenía la edad suficiente para ser consciente de sus actos) y se lo va a decir a los Vulturis, que son una especie de autoridad de los vampiros que tiene como misión impedir que los humanos se percaten de su existencia.
Los Vulturis al enterarse acuden a Forks, aunque los Cullen habían buscado a vampiros de todo el mundo que le sirviesen de testigos y probar que Renesmee no es una niña inmortal.
Los Vulturis ejecutan a Irina por mentir, pero aún así no creen que Renesmee pueda guardar su secreto. Entonces, llegan Alice y Jasper, que se habían ido antes de la llegada de los Vulturis. Ellos venían acompañados de Nahuel, que era de la misma especie que Renesmee, y les demuestra a los Vulturis que ella puede guardar el secreto y no ser una amenaza para los humanos al igual que él, que ya tiene 150 años y se conserva en forma adulta. Los Vulturis se van ya que Renesmee no es ninguna amenaza y Edward y Bella pueden vivir una vida en paz con su hija Renesmee.


Personajes

Principales:
Bella, Edward, Jacob.

Protagonistas:
Bella, Edward.

Secundarios:
Carlisle, Esme, Jasper, Alice, Rosalie, Emmett, Renesmee, Charlie, Renée, Seth, Leah.

Ambientales:
Sam, Paul, Jared, Embry, Quil, Irina, Tanya, Kate, Eleazar, Carmen, Kachiri, Senna, Zafrina, Amun, Kebi, Benjamin, Tia, Garrett, Peter, Charlotte, Randall, Maggie, Siobhan, Liam, Alistair, Charles, Makenna, Stefan, Vladimir, Aro, Caius, Marcus, Alec, Chelsea, Demetri, Felix, Jane…


Espacio / tiempo

La historia se desarrolla la mayor parte del tiempo en Forks, aunque la luna de miel de Bella y Edward es en isla Esme.
El tiempo no se podría decir.


Opinión personal

Me encanta esta saga de libros, en especial el primero, Crepúsculo, y este último, Amanecer.
Jamás había leído un libro de tantas páginas, y mucho menos una saga. Pero esta saga tiene todo lo que me gusta; vampiros, hombres lobo, amor, acción, aventura y misterio.
Gracias a leer esta saga, me atrevo a leer libros más gruesos de los que acostumbraba a leer.
Le aconsejo estos libros a todo el mundo, ya que son estupendos.
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Darky

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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyMiér Ene 14, 2009 6:39 pm

Saga Crepúsculo... un amor peligroso Edward001hy1


Pues esta foto va por Luz, que me dio la idea de subirla. Pero que guapo es diosss!!!Tanta belleza debe ser inumana!!!!
Pues Luz, lo llevaría a la playita, pero brilla demasiado.
Haber si en cuanto cumpla los 18 lo convenzo para que me convierta...
Y bueno haber si así os animis a leerlo, mirad que guapo es!!
I love you I love you

A postear!
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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyMiér Ene 14, 2009 6:41 pm

Saga Crepúsculo... un amor peligroso Edwardbella022ni7



Y esta foto es de Edward & Bella... pero mirad que guapo es Edward!!
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supernovaaitna

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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyJue Ene 15, 2009 1:34 am

pues me encanta!!

Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep Sleep

besos!! drunken drunken
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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyJue Ene 15, 2009 5:54 pm

Y esos emoticonos de sueño??
Como esteas insltando a Crepúsculo te enteras!!!
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supernovaaitna

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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyVie Ene 16, 2009 8:08 pm

me paso!!

besos!!

Antía

study study pasate por el mio!! study study
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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptySáb Ene 17, 2009 2:50 pm

Ya voy ahora...
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MensajeTema: Robert Pattinson   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyLun Ene 19, 2009 5:29 pm

Nombre real: Robert Thomas-Pattinson
Nacimiento: 13 de mayo de 1986
Londres, Inglaterra

Robert Thomas-Pattinson (n. 13 de mayo de 1986) es un cantante, actor y modelo inglés. Es principalmente conocido por interpretar a Edward Cullen en Crepúsculo y a Cedric Diggory en Harry Potter y el cáliz de fuego.

BIOGRAFÍA

Comenzó su carrera como actor en la Compañía de Teatro Barnes para principiantes, a los 15 años. Después de algunos años en aquella compañía empezó a actuar en funciones. Robert llamó la atención de un agente de actores mientras actuaba en la producción de la obra Tess of the D'Urbervilles, y desde ahí comenzaron a buscarle papeles profesionales.

A partir de ahí participó en varias películas televisivas, como en la película alemana Ring of the Nibelungs (El anillo de los Nibelungos) en 2004, y en Vanity Fair interpretando a Rawdy Crawly, pero sus escenas fueron eliminadas y sólo se pueden ver en la edición DVD.

En mayo de 2005 fue contratado para aparecer en el estreno de The woman before en el Reino Unido, pero fue despedido poco antes de la apertura de la noche y fue sustituido por Tom Riley. A finales de ese mismo año, interpretó a Cedric Diggory en la película Harry Potter y el cáliz de fuego. Como consecuencia, fue nombrado "British Star of Tomorrow (Estrella Británica del futuro)" por el periódico Times Online, e incluso más de una vez ha sido promocionado como el nuevo Jude Law.

Apareció en la campaña publicitaria de la colección Hackett para la temporada de otoño de 2007. En ese mismo año, se anunció que Robert interpretaría a Edward Cullen en Crepúsculo, una película basada en el best-seller homónimo de Stephenie Meyer.

También actúa en el cortometraje The Summer House y en las películas How to Be (únicamente presentada en un festival de cine), That Bad Mother's Handbook y Little Ashes, donde interpreta al joven Salvador Dalí y que se estrenará en 2009.

En enero de 2009 iba a grabar una película llamada Parts per billion, pero finalmente no la hará por falta de tiempo. En marzo del mismo año comenzará a rodar la segunda parte de Crepúsculo, titulada Luna nueva, continuando con el personaje de Edward Cullen.

FILMOGRAFÍA


Vanity Fair (2004) - Rawdy Crawley (uncredited)
Ring of the Nibelungs (2004) - Giselher (película para TV)
Harry Potter y el cáliz de fuego (2005) - Cedric Diggory
The Haunted Airman (2006) - Toby Jugg (película para TV)
The Bad Mother's Handbook (2007) - Dainel Gale (película para TV)
Harry Potter y la Orden del Fénix (2007) - Cedric Diggory (flashback)
How to be (2008) - Art
Crepúsculo (2008) - Edward Cullen
The Summer House (2008) - Richard (Cortometraje)
Little Ashes (2009) - Salvador Dalí
Luna nueva (2009) - Edward Cullen (pre-Producción)
Saga Crepúsculo... un amor peligroso Edward009jc3
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Darky

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MensajeTema: Kristen Stewart   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyLun Ene 19, 2009 6:07 pm

Nombre real: Kristen Jaymes Stewart
Nacimiento: 9 de abril de 1990
Los Ángeles, California

Kristen Jaymes Stewart (n. 9 de abril de 1990) es una actriz estadounidense de cine y televisión. Es principalmente conocida por sus papeles en las películas La habitación del pánico, Catch That Kid, Speak, Zathura, The Messengers, Entre mujeres y Hacia rutas salvajes. Además, interpreta a Bella Swan en la película basada en el best-seller de Stephenie Meyer, Crepúsculo.

BIOGRAFÍA


Kristen inició su carrera a la edad de nueve años, cuando un agente la vio actuar en una obra de Navidad de su colegio. Su primera actuación fue una pequeña aparición en la película Tritón por accidente, producida por Disney Channel. Posteriormente apareció en la película independiente La seguridad de los objetos, donde interpretaba a la hija de una madre soltera (Patricia Clarkson). Tuvo un papel en la película de Hollywood, La habitación del pánico, su papel era el de la hija diabética de una madre divorciada (Jodie Foster). A pesar de que la película tuvo diferentes críticas, Kristen fue una de las actrices más aclamadas.

Su siguiente película después del éxito de La habitación del pánico fue La casa (Cold Creek Manor), interpretando a la hija de los personajes de Dennis Quaid y Sharon Stone.

Su primer papel como protagonista lo consiguió en Speak, una película para televisión basada en una novela de Laurie Halse Anderson. Kristen tenía trece años cuando la grabó e interpretaba a Melinda Sordino, una chica que se aisla de la gente después de haber sido violada. Las críticas sobre su actuación fueron muy buenas.

En 2005 apareció en Zathura, donde interpretaba a Lisa, la irresponsable hermana mayor de dos niños que introduce su casa en una nave espacial jugando a un juego de mesa. La película recibió elogios por parte de los críticos, pero Kristen no atrajo la atención de los medios ya que su personaje pasa la mayor parte de la película inmovilizado. Al año siguiente, interpretó a Maya en Gente poco corriente (Fierce people), dirigida por Griffin Dunne. Después de eso, recibió el papel de Jess Salomón en el thriller sobrenatural The Messengers. La película fue un éxito comercial, sin embargo, recibió comentarios muy negativos por los críticos.


En 2007, encarnó a la guapa adolescente Lucy Hardwicke en Entre mujeres, un drama romántico protagonizado por Meg Ryan y Adam Brody. La película, así como la actuación de Kristen, recibieron comentarios diversos. Ese mismo año, Stewart protagonizó la aclamada película de Seann Penn, Hacia rutas salvajes. Además, tuvo un cameo en Jumper y What just happened?.

El 16 de noviembre de 2007, Summit Entertainment anunció que Kristen desempeñaría el papel de Isabella Swan en Crepúsculo, basado en el best-seller homónimo Stephenie Meyer. Kristen se encontraba rondando Adventureland cuando la directora de Crepúsculo, Catherine Hardwicke visitó el estudio para hacerle una prueba que la "cautivó". Comparte cartel con Robert Pattinson, que interpreta a Edward Cullen, un vampiro que se enamora de Bella. La película comenzó el rodaje en febrero de 2008 y terminó en mayo de 2008.

Durante una entrevista de radio Jason Mewes confirmó que está rondando una película llamada K 11 con Kristen Stewart y Nikki Reed. La película, que está siendo dirigida por la madre de Kristen, se desarrolla en un dormitorio de la cárcel del Condado de Los Ángeles. También interpretará a la guitarrista Joan Jett en la película "The Runaways", dirigida por Floria Sigismondi y basada en la historia de la banda feménina de los años 70 que llevaba el mismo nombre.

En marzo de 2009 comenzará a grabar la segunda parte de Crepúsculo, titulada Luna nueva, continuando con el personaje de Bella Swan.

VIDA PERSONAL


Su padre, John Stewart, es un director y productor de televisión que trabajaba para la FOX. Su madre es una guionista nacida en Australia. Asistió a la escuela hasta el séptimo grado, y continuó su educación por correspondencia.
Tiene un hermano mayor, Cameron.
Kristen confirmó a la revista Vanity Fair que mantiene una relación con el actor Michael Angarano.

FILMOGRAFÍA


Tritón por accidente (1999) - (Pequeña aparición)
La seguridad de los objetos (2001) - Sam Jennings (Versión limitada)
La habitación del pánico (2002) - Sarah Altman
La casa (Cold Creek Manor) (2003) - Kristen Tilson
Speak (2004) - Melinda Sordino (Película independiente)
Catch That Kid (2004) - Maddy
Undertow (2004) - Lila (Versión limitada)
Gente poco corriente (2005) - Maya Osbourne (Versión limitada)
Zathura (2005) - Lisa
The Messengers (2007) - Jess Solomon
Entre mujeres (2007) - Lucy Hardwicke
The cake eaters (2007) - Georgia (Película independiente)
Hacia rutas salvajes (2007) - Tracy Tatro
Cutlass (2007) - Joven Robin (Cortometraje)
Yellow Handkerchief (2008) - Martine
What Just Happened? (2008) - Zoe
Jumper (2008) - Sophie (Pequeña aparición)
Crepúsculo (2008) - Bella Swan
Adventureland (2009) - Em (Por estrenar)
Welcome to the Rileys (2009) - Mallory (Rodando)
Luna nueva (2009) - Bella Swan (pre-producción)
K-11 (2009) - TBA (pre-producción)
The Runaways (2009) - Joan Jett (pre-producción)
Eclipse (2009) - Bella Swan (Confirmado)
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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyLun Ene 19, 2009 6:49 pm

Nos estás dando mucho información sobre la saga y la película y todo, muchas gracias... Al final vas a conseguir convertirnos a todos en fans...

Oye, no sé yo de qué te disfrazarás en los carnavales que se acercan, pero a mí me están entrando unas ganas de ponerme vampírica que no veas...
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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyLun Ene 19, 2009 7:05 pm

De nada, para algo he creado el hilo este, no??
Y bueno, auque parezca que solo a sido cortar y pegar, de eso nada, que me lo he currado con la presentación y además me lo lei todo para ver si tenía faltas o no.
Ah! Que to y Aracely vamos a ir de góticas en carnavales. Estamos buscando unos corses y cositas de esas...
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MensajeTema: Crepúsculo - Prefacio   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyMar Ene 20, 2009 4:51 pm

PREFACIO


Nunca me había detenido a pensar en cómo iba a morir, aunque me habían sobrado los motivos en los últimos meses, pero no hubiera imaginado algo parecido a esta situación incluso de haberlo intentado.
Con la respiración contenida, contemplé fijamente los ojos oscuros del cazador al otro lado de la gran habitación. Éste me devolvió la mirada complacido.
Seguramente, morir en lugar de otra persona, alguien a quien se ama, era una buena forma de acabar. Incluso noble. Eso debería contar algo.
Sabía que no afrontaría la muerte ahora de no haber ido a Forks, pero, aterrada como estaba, no me arrepentía de esta decisión. Cuando la vida te ofrece un sueño que supera con creces cualquiera de tus expectativas, no es razonable lamentarse de su conclusión.
El cazador sonrió de forma amistosa cuando avanzó con aire despreocupado para matarme.
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MensajeTema: Crepúsculo - Primer encuentro   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyMar Ene 20, 2009 4:54 pm

PRIMER ENCUENTRO


Mi madre me llevó al aeropuerto con las ventanillas del coche bajadas. En Phoenix, la temperatura era de veinticuatro grados y el cielo de un azul perfecto y despejado. Me había puesto mi blusa favorita, sin mangas y con cierres a presión blancos; la llevaba como gesto de despedida. Mi equipaje de mano era un anorak.
En la península de Olympic, al noroeste del Estado de Washington, existe un pueblecito llamado Forks cuyo cielo casi siempre permanece encapotado. En esta insignificante localidad llueve más que en cualquier otro sitio de los Estados Unidos. Mi madre se escapó conmigo de aquel lugar y de sus tenebrosas y sempiternas sombras cuando yo apenas tenía unos meses. Me había visto obligada a pasar allí un mes cada verano hasta que por fin me impuse al cumplir los catorce años; así que, en vez de eso, los tres últimos años, Charlie, mi padre, había pasado sus dos semanas de vacaciones conmigo en California.
Y ahora me exiliaba a Forks, un acto que me aterraba, ya que detestaba el lugar.
Adoraba Phoenix. Me encantaba el sol, el calor abrasador, y la vitalidad de una ciudad que se extendía en todas las direcciones.
—Bella —me dijo mamá por enésima vez antes de subir al avión—, no tienes por qué hacerlo.
Mi madre y yo nos parecemos mucho, salvo por el pelo corto y las arrugas de la risa. Tuve un ataque de pánico cuando contemplé sus ojos grandes e ingenuos. ¿Cómo podía permitir que se las arreglara sola, ella que era tan cariñosa, caprichosa y atolondrada? Ahora tenía a Phil, por supuesto, por lo que probablemente se pagarían las facturas, habría comida en el frigorífico y gasolina en el depósito del coche, y podría apelar a él cuando se encontrara perdida, pero aun así...
—Es que quiero ir —le mentí. Siempre se me ha dado muy mal eso de mentir, pero había dicho esa mentira con tanta frecuencia en los últimos meses que ahora casi sonaba convincente.
—Saluda a Charlie de mi parte —dijo con resignación.
—Sí, lo haré.
—Te veré pronto —insistió—. Puedes regresar a casa cuando quieras. Volveré tan pronto como me necesites.
Pero en sus ojos vi el sacrificio que le suponía esa promesa.
—No te preocupes por mí —le pedí—. Todo irá estupendamente. Te quiero, mamá.
Me abrazó con fuerza durante un minuto; luego, subí al avión y ella se marchó.
Para llegar a Forks tenía por delante un vuelo de cuatro horas de Phoenix a Seattle, y desde allí a Port Angeles una hora más en avioneta y otra más en coche. No me desagrada volar, pero me preocupaba un poco pasar una hora en el coche con Charlie.
Lo cierto es que Charlie había llevado bastante bien todo aquello. Parecía realmente complacido de que por primera vez fuera a vivir con él de forma más o menos permanente. Ya me había matriculado en el instituto y me iba a ayudar a comprar un coche.
Pero estaba convencida de que iba a sentirme incómoda en su compañía. Ninguno de los dos éramos muy habladores que se diga, y, de todos modos, tampoco tenía nada que contarle. Sabía que mi decisión lo hacía sentirse un poco confuso, ya que, al igual que mi madre, yo nunca había ocultado mi aversión hacia Forks.
Estaba lloviendo cuando el avión aterrizó en Port Angeles. No lo consideré un presagio, simplemente era inevitable. Ya me había despedido del sol.
Charlie me esperaba en el coche patrulla, lo cual no me extrañó. Para las buenas gentes de Forks, Charlie es el jefe de policía Swan. La principal razón de querer comprarme un coche, a pesar de lo escaso de mis ahorros, era que me negaba en redondo a que me llevara por todo el pueblo en un coche con luces rojas y azules en el techo. No hay nada que ralentice más la velocidad del tráfico que un poli.
Charlie me abrazó torpemente con un solo brazo cuando bajaba a trompicones la escalerilla del avión.
—Me alegro de verte, Bella —dijo con una sonrisa al mismo tiempo que me sostenía firmemente—. Apenas has cambiado. ¿Cómo está Renée?
—Mamá está bien. Yo también me alegro de verte, papá —no le podía llamar Charlie a la cara.
Traía pocas maletas. La mayoría de mi ropa de Arizona era demasiado ligera para llevarla en Washington. Mi madre y yo habíamos hecho un fondo común con nuestros recursos para complementar mi vestuario de invierno, pero, a pesar de todo, era escaso. Todas cupieron fácilmente en el maletero del coche patrulla.
—He localizado un coche perfecto para ti, y muy barato —anunció una vez que nos abrochamos los cinturones de seguridad. ¿Qué tipo de coche?
Desconfié de la manera en que había dicho «un coche perfecto para ti» en lugar de simplemente «un coche perfecto».
—Bueno, es un monovolumen, un Chevy para ser exactos.
— ¿Dónde lo encontraste?
— ¿Te acuerdas de Billy Black, el que vivía en La Push?
La Push es una pequeña reserva india situada en la costa.
—No.
—Solía venir de pesca con nosotros durante el verano —me explicó.
Por eso no me acordaba de él. Se me da bien olvidar las cosas dolorosas e innecesarias.
—Ahora está en una silla de ruedas —continuó Charlie cuando no respondí—, por lo que no puede conducir y me propuso venderme su camión por una ganga.
— ¿De qué año es?
Por la forma en que le cambió la cara, supe que era la pregunta que no deseaba oír.
—Bueno, Billy ha realizado muchos arreglos en el motor. En realidad, tampoco tiene tantos años.
Esperaba que no me tuviera en tan poca estima como para creer que iba a dejar pasar el tema así como así.
— ¿Cuándo lo compró?
—En 1984... Creo.
— ¿Y era nuevo entonces?
—En realidad, no. Creo que era nuevo a principios de los sesenta, o a lo mejor a finales de los cincuenta —confesó con timidez.
— ¡Papá, por favor! ¡No sé nada de coches! No podría arreglarlo si se estropeara y no me puedo permitir pagar un taller.
—Nada de eso, Bella, el trasto funciona a las mil maravillas. Hoy en día no los fabrican tan buenos.
El trasto, repetí en mi fuero interno. Al menos tenía posibilidades como apodo.
— ¿Y qué entiendes por barato?
Después de todo, ése era el punto en el que yo no iba a ceder.
—Bueno, cariño, ya te lo he comprado como regalo de bienvenida.
Charlie me miró de reojo con rostro expectante.
Vaya. Gratis.
—No tenías que hacerlo, papá. Iba a comprarme un coche.
—No me importa. Quiero que te encuentres a gusto aquí.
Charlie mantenía la vista fija en la carretera mientras hablaba. Se sentía incómodo al expresar sus emociones en voz alta. Yo lo había heredado de él, de ahí que también mirara hacia la carretera cuando le respondí:
—Es estupendo, papá. Gracias. Te lo agradezco de veras.
Resultaba innecesario añadir que era imposible estar a gusto en Forks, pero él no tenía por qué sufrir conmigo. Y a caballo regalado no le mires el diente, ni el motor.
—Bueno, de nada. Eres bienvenida —masculló, avergonzado por mis palabras de agradecimiento.
Intercambiamos unos pocos comentarios más sobre el tiempo, que era húmedo, y básicamente ésa fue toda la conversación. Miramos a través de las ventanillas en silencio.
El paisaje era hermoso, por supuesto, no podía negarlo. Todo era de color verde: los árboles, los troncos cubiertos de musgo, el dosel de ramas que colgaba de los mismos, el suelo cubierto de helechos. Incluso el aire que se filtraba entre las hojas tenía un matiz de verdor.
Era demasiado verde, un planeta alienígena.
Finalmente llegamos al hogar de Charlie. Vivía en una casa pequeña de dos dormitorios que compró con mi madre durante los primeros días de su matrimonio. Ésos fueron los únicos días de su matrimonio, los primeros. Allí, aparcado en la calle delante de una casa que nunca cambiaba, estaba mi nuevo monovolumen, bueno, nuevo para mí. El vehículo era de un rojo desvaído, con guardabarros grandes y redondos y una cabina de aspecto bulboso. Para mi enorme sorpresa, me encantó. No sabía si funcionaría, pero podía imaginarme al volante. Además, era uno de esos modelos de hierro sólido que jamás sufren daños, la clase de coches que ves en un accidente de tráfico con la pintura intacta y rodeado de los trozos del coche extranjero que acaba de destrozar.
— ¡Caramba, papá! ¡Me encanta! ¡Gracias!
Ahora, el día de mañana parecía bastante menos terrorífico. No me vería en la tesitura de elegir entre andar tres kilómetros bajo la lluvia hasta el instituto o dejar que el jefe de policía me llevara en el coche patrulla.
—Me alegra que te guste —dijo Charlie con voz áspera, nuevamente avergonzado.
Subir todas mis cosas hasta el primer piso requirió un solo viaje escaleras arriba. Tenía el dormitorio de la cara oeste, el que daba al patio delantero. Conocía bien la habitación; había sido la mía desde que nací. El suelo de madera, las paredes pintadas de azul claro, el techo a dos aguas, las cortinas de encaje ya amarillentas flanqueando las ventanas... Todo aquello formaba parte de mi infancia. Los únicos cambios que había introducido Charlie se limitaron a sustituir la cuna por una cama y añadir un escritorio cuando crecí. Encima de éste había ahora un ordenador de segunda mano con el cable del módem grapado al suelo hasta la toma de teléfono más próxima. Mi madre lo había estipulado de ese modo para que estuviéramos en contacto con facilidad. La mecedora que tenía desde niña aún seguía en el rincón.
Sólo había un pequeño cuarto de baño en lo alto de las escaleras que debería compartir con Charlie. Intenté no darle muchas vueltas al asunto.
Una de las cosas buenas que tiene Charlie es que no se queda revoloteando a tu alrededor. Me dejó sola para que deshiciera mis maletas y me instalara, una hazaña que hubiera sido del todo imposible para mi madre. Resultaba estupendo estar sola, no tener que sonreír ni poner buena cara; fue un respiro que me permitió contemplar a través del cristal la cortina de lluvia con desaliento y derramar algunas lágrimas. No estaba de humor para una gran llantina. Eso podía esperar hasta que me acostara y me pusiera a reflexionar sobre lo que me aguardaba al día siguiente.
El aterrador cómputo de estudiantes del instituto de Forks era de tan sólo trescientos cincuenta y siete, ahora trescientos cincuenta y ocho. Solamente en mi clase de tercer año en Phoenix había más de setecientos alumnos. Todos los jóvenes de por aquí se habían criado juntos y sus abuelos habían aprendido a andar juntos. Yo sería la chica nueva de la gran ciudad, una curiosidad, un bicho raro.
Tal vez podría utilizar eso a mi favor si tuviera el aspecto que se espera de una chica de Phoenix, pero físicamente no encajaba en modo alguno. Debería ser alta, rubia, de tez bronceada, una jugadora de voleibol o quizá una animadora, todas esas cosas propias de quienes viven en el Valle del Sol.
Por el contrario, mi piel era blanca como el marfil a pesar de las muchas horas de sol de Arizona, sin tener siquiera la excusa de unos ojos azules o un pelo rojo. Siempre he sido delgada, pero más bien flojucha y, desde luego, no una atleta. Me faltaba la coordinación suficiente para practicar deportes sin hacer el ridículo o dañar a alguien, a mí misma o a cualquiera que estuviera demasiado cerca.
Después de colocar mi ropa en el viejo tocador de madera de pino, me llevé el neceser al cuarto de baño para asearme tras un día de viaje. Contemplé mi rostro en el espejo mientras me cepillaba el pelo enredado y húmedo. Tal vez se debiera a la luz, pero ya tenía un aspecto más cetrino y menos saludable. Puede que tenga una piel bonita, pero es muy clara, casi traslúcida, por lo que su apariencia depende del color del lugar y en Forks no había color alguno.
Mientras me enfrentaba a mi pálida imagen en el espejo, tuve que admitir que me engañaba a mí misma. Jamás encajaría, y no sólo por mis carencias físicas. Si no me había hecho un huequecito en una escuela de tres mil alumnos, ¿qué posibilidades iba a tener aquí?
No sintonizaba bien con la gente de mi edad. Bueno, lo cierto es que no sintonizaba bien con la gente. Punto. Ni siquiera mi madre, la persona con quien mantenía mayor proximidad, estaba en armonía conmigo; no íbamos por el mismo carril. A veces me preguntaba si veía las cosas igual que el resto del mundo. Tal vez la cabeza no me funcionara como es debido.
Pero la causa no importaba, sólo contaba el efecto. Y mañana no sería más que el comienzo.
Aquella noche no dormí bien, ni siquiera cuando dejé de llorar. El siseo constante de la lluvia y el viento sobre el techo no aminoraba jamás, hasta convertirse en un ruido de fondo. Me tapé la cabeza con la vieja y descolorida colcha y luego añadí la almohada, pero no conseguí conciliar el sueño antes de medianoche, cuando al fin la lluvia se convirtió en un fino sirimiri.
A la mañana siguiente, lo único que veía a través de la ventana era una densa niebla y sentí que la claustrofobia se apoderaba de mí. Aquí nunca se podía ver el cielo, parecía una jaula.
El desayuno con Charlie se desarrolló en silencio. Me deseó suerte en la escuela y le di las gracias, aun sabiendo que sus esperanzas eran vanas. La buena suerte solía esquivarme. Charlie se marchó primero, directo a la comisaría, que era su esposa y su familia. Examiné la cocina después de que se fuera, todavía sentada en una de las tres sillas, ninguna de ellas a juego, junto a la vieja mesa cuadrada de roble. La cocina era pequeña, con paneles oscuros en las paredes, armarios amarillo chillón y un suelo de linóleo blanco. Nada había cambiado. Hacía dieciocho años, mi madre había pintado los armarios con la esperanza de introducir un poco de luz solar en la casa. Había una hilera de fotos encima del pequeño hogar del cuarto de estar, que colindaba con la cocina y era del tamaño de una caja de zapatos. La primera foto era de la boda de Charlie con mi madre en Las Vegas, y luego la que nos tomó a los tres una amable enfermera del hospital donde nací, seguida por una sucesión de mis fotografías escolares hasta el año pasado. Verlas me resultaba muy embarazoso. Tenía que convencer a Charlie de que las pusiera en otro sitio, al menos mientras yo viviera aquí.
Era imposible permanecer en aquella casa y no darse cuenta de que Charlie no se había repuesto de la marcha de mi madre. Eso me hizo sentir incómoda.
No quería llegar demasiado pronto al instituto, pero no podía permanecer en la casa más tiempo, por lo que me puse el anorak, tan grueso que recordaba a uno de esos trajes empleados en caso de peligro biológico, y me encaminé hacia la llovizna.
Aún chispeaba, pero no lo bastante para que me calara mientras buscaba la llave de la casa, que siempre estaba escondida debajo del alero que había junto a la puerta, y cerrara. El ruido de mis botas de agua nuevas resultaba enervante. Añoraba el crujido habitual de la grava al andar. No pude detenerme a admirar de nuevo el vehículo, como deseaba, y me apresuré a escapar de la húmeda neblina que se arremolinaba sobre mi cabeza y se agarraba al pelo por debajo de la capucha.
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Darky

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MensajeTema: Crepúsculo - Primer encuentro [2]   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyMar Ene 20, 2009 5:03 pm

Dentro del monovolumen estaba cómoda y a cubierto. Era obvio que Charlie o Billy debían de haberlo limpiado, pero la tapicería marrón de los asientos aún olía tenuemente a tabaco, gasolina y menta. El coche arrancó a la primera, con gran alivio por mi parte, aunque en medio de un gran estruendo, y luego hizo mucho ruido mientras avanzaba al ralentí. Bueno, un monovolumen tan antiguo debía de tener algún defecto. La anticuada radio funcionaba, un añadido que no me esperaba.
Fue fácil localizar el instituto pese a no haber estado antes. El edificio se hallaba, como casi todo lo demás en el pueblo, junto a la carretera. No resultaba obvio que fuera una escuela, sólo me detuve gracias al cartel que indicaba que se trataba del instituto de Forks. Se parecía a un conjunto de esas casas de intercambio en época de vacaciones construidas con ladrillos de color granate. Había tantos árboles y arbustos que a primera vista no podía verlo en su totalidad. ¿Dónde estaba el ambiente de un instituto?, me pregunté con nostalgia. ¿Dónde estaban las alambradas y los detectores de metales?
Aparqué frente al primer edificio, encima de cuya entrada había un cartelito que rezaba «Oficina principal». No vi otros coches aparcados allí, por lo que estuve segura de que estaba en zona prohibida, pero decidí que iba a pedir indicaciones en lugar de dar vueltas bajo la lluvia como una tonta. De mala gana salí de la cabina calentita del monovolumen y recorrí un sendero de piedra flanqueado por setos oscuros. Respiré hondo antes de abrir la puerta.
En el interior había más luz y se estaba más caliente de lo que esperaba. La oficina era pequeña: una salita de espera con sillas plegables acolchadas, una basta alfombra con motas anaranjadas, noticias y premios pegados sin orden ni concierto en las paredes y un gran reloj que hacía tictac de forma ostensible. Las plantas crecían por doquier en sus macetas de plástico, por si no hubiera suficiente vegetación fuera.
Un mostrador alargado dividía la habitación en dos, con cestas metálicas llenas de papeles sobre la encimera y anuncios de colores chillones pegados en el frontal. Detrás del mostrador había tres escritorios. Una pelirroja regordeta con gafas se sentaba en uno de ellos. Llevaba una camiseta de color púrpura que, de inmediato, me hizo sentir que yo iba demasiado elegante.
La mujer pelirroja alzó la vista.
— ¿Te puedo ayudar en algo?
—Soy Isabella Swan —le informé, y de inmediato advertí en su mirada un atisbo de reconocimiento. Me esperaban. Sin duda, había sido el centro de los cotilleos. La hija de la caprichosa ex mujer del jefe de policía al fin regresaba a casa.
—Por supuesto —dijo.
Rebuscó entre los documentos precariamente apilados hasta encontrar los que buscaba.
—Precisamente aquí tengo el horario de tus clases y un plano de la escuela.
Trajo varias cuartillas al mostrador para enseñármelas. Repasó todas mis clases y marcó el camino más idóneo para cada una en el plano; luego, me entregó el comprobante de asistencia para que lo firmara cada profesor y se lo devolviera al finalizar las clases. Me dedicó una sonrisa y, al igual que Charlie, me dijo que esperaba que me gustara Forks. Le devolví la sonrisa más convincente posible.
Los demás estudiantes comenzaban a llegar cuando regresé al monovolumen. Los seguí, me uní a la cola de coches y conduje hasta el otro lado de la escuela. Supuso un alivio comprobar que casi todos los vehículos tenían aún más años que el mío, ninguno era ostentoso. En Phoenix, vivía en uno de los pocos barrios pobres del distrito Paradise Valley. Era habitual ver un Mercedes nuevo o un Porsche en el aparcamiento de los estudiantes. El mejor coche de los que allí había era un flamante Volvo, y destacaba. Aun así, apagué el motor en cuanto aparqué en una plaza libre para que el estruendo no atrajera la atención de los demás sobre mí.
Examiné el plano en el monovolumen, intentando memorizarlo con la esperanza de no tener que andar consultándolo todo el día. Lo guardé en la mochila, me la eché al hombro y respiré hondo. Puedo hacerlo, me mentí sin mucha convicción. Nadie me va a morder. Al final, suspiré y salí del coche.
Mantuve la cara escondida bajo la capucha y anduve hasta la acera abarrotada de jóvenes. Observé con alivio que mi sencilla chaqueta negra no llamaba la atención.
Una vez pasada la cafetería, el edificio número tres resultaba fácil de localizar, ya que había un gran «3» pintado en negro sobre un fondo blanco con forma de cuadrado en la esquina del lado este. Noté que mi respiración se acercaba a hiperventilación al aproximarme a la puerta. Para paliarla, contuve el aliento y entré detrás de dos personas que llevaban impermeables de estilo unisex.
El aula era pequeña. Los alumnos que tenía delante se detenían en la entrada para colgar sus abrigos en unas perchas; había varias. Los imité. Se trataba de dos chicas, una rubia de tez clara como la porcelana y otra, también pálida, de pelo castaño claro. Al menos, mi piel no sería nada excepcional aquí.
Entregué el comprobante al profesor, un hombre alto y calvo al que la placa que descansaba sobre su escritorio lo identificaba como Sr. Masón. Se quedó mirándome embobado al ver mi nombre, pero no me dedicó ninguna palabra de aliento, y yo, por supuesto, me puse colorada como un tomate. Pero al menos me envió a un pupitre vacío al fondo de la clase sin presentarme al resto de los compañeros. A éstos les resultaba difícil mirarme al estar sentada en la última fila, pero se las arreglaron para conseguirlo. Mantuve la vista clavada en la lista de lecturas que me había entregado el profesor. Era bastante básica: Bronté, Shakespeare, Chaucer, Faulkner. Los había leído a todos, lo cual era cómodo... y aburrido. Me pregunté si mi madre me enviaría la carpeta con los antiguos trabajos de clase o si creería que la estaba engañando. Recreé nuestra discusión mientras el profesor continuaba con su perorata.
Cuando sonó el zumbido casi nasal del timbre, un chico flacucho, con acné y pelo grasiento, se ladeó desde un pupitre al otro lado del pasillo para hablar conmigo.
—Tú eres Isabella Swan, ¿verdad?
Parecía demasiado amable, el típico miembro de un club de ajedrez.
—Bella —le corregí. En un radio de tres sillas, todos se volvieron para mirarme.
— ¿Dónde tienes la siguiente clase? —preguntó. Tuve que comprobarlo con el programa que tenía en la mochila.
—Eh... Historia, con Jefferson, en el edificio seis.
Mirase donde mirase, había ojos curiosos por doquier.
—Voy al edificio cuatro, podría mostrarte el camino —demasiado amable, sin duda—. Me llamo Eric —añadió.
Sonreí con timidez.
—Gracias.
Recogimos nuestros abrigos y nos adentramos en la lluvia, que caía con más fuerza. Hubiera jurado que varias personas nos seguían lo bastante cerca para escuchar a hurtadillas. Esperaba no estar volviéndome paranoica.
—Bueno, es muy distinto de Phoenix, ¿eh? —preguntó.
—Mucho.
—Allí no llueve a menudo, ¿verdad?
—Tres o cuatro veces al año.
—Vaya, no me lo puedo ni imaginar.
—Hace mucho sol —le expliqué.
—No se te ve muy bronceada.
—Es la sangre albina de mi madre.
Me miró con aprensión. Suspiré. No parecía que las nubes y el sentido del humor encajaran demasiado bien. Después de estar varios meses aquí, habría olvidado cómo emplear el sarcasmo.
Pasamos junto a la cafetería de camino hacia los edificios de la zona sur, cerca del gimnasio. Eric me acompañó hasta la puerta, aunque la podía identificar perfectamente.
—En fin, suerte —dijo cuando rocé el picaporte—. Tal vez coincidamos en alguna otra clase.
Parecía esperanzado. Le dediqué una sonrisa que no comprometía a nada y entré.
El resto de la mañana transcurrió de forma similar. Mi profesor de Trigonometría, el señor Varner, a quien habría odiado de todos modos por la asignatura que enseñaba, fue el único que me obligó a permanecer delante de toda la clase para presentarme a mis compañeros. Balbuceé, me sonrojé y tropecé con mis propias botas al volver a mi pupitre.
Después de dos clases, empecé a reconocer varias caras en cada asignatura. Siempre había alguien con más coraje que los demás que se presentaba y me preguntaba si me gustaba Forks. Procuré actuar con diplomacia, pero por lo general mentí mucho. Al menos, no necesité el plano.
Una chica se sentó a mi lado tanto en clase de Trigonometría como de español, y me acompañó a la cafetería para almorzar. Era muy pequeña, varios centímetros por debajo de mi uno sesenta, pero casi alcanzaba mi estatura gracias a su oscura melena de rizos alborotados. No me acordaba de su nombre, por lo que me limité a sonreír mientras parloteaba sobre los profesores y las clases. Tampoco intenté comprenderlo todo.
Nos sentamos al final de una larga mesa con varias de sus amigas a quienes me presentó. Se me olvidaron los nombres de todas en cuanto los pronunció. Parecían orgullosas por tener el coraje de hablar conmigo. El chico de la clase de Lengua y Literatura, Eric, me saludó desde el otro lado de la sala.
Y allí estaba, sentada en el comedor, intentando entablar conversación con siete desconocidas llenas de curiosidad, cuando los vi por primera vez.
Se sentaban en un rincón de la cafetería, en la otra punta de donde yo me encontraba. Eran cinco. No conversaban ni comían pese a que todos tenían delante una bandeja de comida. No me miraban de forma estúpida como casi todos los demás, por lo que no había peligro: podía estudiarlos sin temor a encontrarme con un par de ojos excesivamente interesados. Pero no fue eso lo que atrajo mi atención.
No se parecían lo más mínimo a ningún otro estudiante. De los tres chicos, uno era fuerte, tan musculoso que parecía un verdadero levantador de pesas, y de pelo oscuro y rizado. Otro, más alto y delgado, era igualmente musculoso y tenía el cabello del color de la miel. El último era desgarbado, menos corpulento, y llevaba despeinado el pelo castaño dorado. Tenía un aspecto más juvenil que los otros dos, que podrían estar en la universidad o incluso ser profesores aquí en vez de estudiantes.
Las chicas eran dos polos opuestos. La más alta era escultural. Tenía una figura preciosa, del tipo que se ve en la portada del número dedicado a trajes de baño de la revista Sports Illustrated, y con el que todas las chicas pierden buena parte de su autoestima sólo por estar cerca. Su pelo rubio caía en cascada hasta la mitad de la espalda. La chica baja tenía aspecto de duendecillo de facciones finas, un fideo. Su pelo corto era rebelde, con cada punta señalando en una dirección, y de un negro intenso.
Aun así, todos se parecían muchísimo. Eran blancos como la cal, los estudiantes más pálidos de cuantos vivían en aquel pueblo sin sol. Más pálidos que yo, que soy albina. Todos tenían ojos muy oscuros, a pesar de la diferente gama de colores de los cabellos, y ojeras malvas, similares al morado de los hematomas. Era como si todos padecieran de insomnio o se estuvieran recuperando de una rotura de nariz, aunque sus narices, al igual que el resto de sus facciones, eran rectas, perfectas, simétricas.
Pero nada de eso era el motivo por el que no conseguía apartar la mirada.
Continué mirándolos porque sus rostros, tan diferentes y tan similares al mismo tiempo, eran de una belleza inhumana y devastadora. Eran rostros como nunca esperas ver, excepto tal vez en las páginas retocadas de una revista de moda. O pintadas por un artista antiguo, como el semblante de un ángel. Resultaba difícil decidir quién era más bello, tal vez la chica rubia perfecta o el joven de pelo castaño dorado.
Los cinco desviaban la mirada los unos de los otros, también del resto de los estudiantes y de cualquier cosa hasta donde pude colegir. La chica más pequeña se levantó con la bandeja —el refresco sin abrir, la manzana sin morder— y se alejó con un trote grácil, veloz, propio de un corcel desbocado. Asombrada por sus pasos de ágil bailarina, la contemplé vaciar su bandeja y deslizarse por la puerta trasera a una velocidad superior a lo que habría considerado posible. Miré rápidamente a los otros, que permanecían sentados, inmóviles.
— ¿Quiénes son ésos?—pregunté a la chica de la clase de Español, cuyo nombre se me había olvidado.
Y de repente, mientras ella alzaba los ojos para ver a quiénes me refería, aunque probablemente ya lo supiera por la entonación de mi voz, el más delgado y de aspecto más juvenil, la miró. Durante una fracción de segundo se fijó en mi vecina, y después sus ojos oscuros se posaron sobre los míos.
Él desvió la mirada rápidamente, aún más deprisa que yo, ruborizada de vergüenza. Su rostro no denotaba interés alguno en esa mirada furtiva, era como si mi compañera hubiera pronunciado su nombre y él, pese a haber decidido no reaccionar previamente, hubiera levantado los ojos en una involuntaria respuesta.
Avergonzada, la chica que estaba a mi lado se rió tontamente y fijó la vista en la mesa, igual que yo.
—Son Edward y Emmett Cullen, y Rosalie y Jasper Hale. La que se acaba de marchar se llama Alice Cullen; todos viven con el doctor Cullen y su esposa —me respondió con un hilo de voz.
Miré de soslayo al chico guapo, que ahora contemplaba su bandeja mientras desmigajaba una rosquilla con sus largos y níveos dedos. Movía la boca muy deprisa, sin abrir apenas sus labios perfectos. Los otros tres continuaron con la mirada perdida, y, aun así, creí que hablaba en voz baja con ellos.
¡Qué nombres tan raros y anticuados!, pensé. Era la clase de nombres que tenían nuestros abuelos, pero tal vez estuvieran de moda aquí, quizá fueran los nombres propios de un pueblo pequeño. Entonces recordé que mi vecina se llamaba Jessica, un nombre perfectamente normal. Había dos chicas con ese nombre en mi clase de Historia en Phoenix.
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Darky

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MensajeTema: Crepúsculo - Primer encuentro [3]   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyMar Ene 20, 2009 5:04 pm

—Son... guapos.
Me costó encontrar un término mesurado.
— ¡Ya te digo! —Jessica asintió mientras soltaba otra risita tonta—. Pero están juntos. Me refiero a Emmett y Rosalie, y a Jasper y Alice, y viven juntos.
Su voz resonó con toda la conmoción y reprobación de un pueblo pequeño, pero, para ser sincera, he de confesar que aquello daría pie a grandes cotilleos incluso en Phoenix.
— ¿Quiénes son los Cullen? —pregunté—. No parecen parientes...
—Claro que no. El doctor Cullen es muy joven, tendrá entre veinte y muchos y treinta y pocos. Todos son adoptados. Los Hale, los rubios, son hermanos gemelos, y los Cullen son su familia de acogida.
—Parecen un poco mayores para estar con una familia de acogida.
—Ahora sí, Jasper y Rosalie tienen dieciocho años, pero han vivido con la señora Cullen desde los ocho. Es su tía o algo parecido.
—Es muy generoso por parte de los Cullen cuidar de todos esos niños siendo tan jóvenes.
—Supongo que sí —admitió Jessica muy a su pesar. Me dio la impresión de que, por algún motivo, el médico y su mujer no le caían bien. Por las miradas que lanzaba en dirección a sus hijos adoptivos, supuse que eran celos; luego, como si con eso disminuyera la bondad del matrimonio, agregó—: Aunque tengo entendido que la señora Cullen no puede tener hijos.
Mientras manteníamos esta conversación, dirigía miradas furtivas una y otra vez hacia donde se sentaba aquella extraña familia. Continuaban mirando las paredes y no habían probado bocado.
— ¿Siempre han vivido en Forks? —pregunté. De ser así, seguro que los habría visto en alguna de mis visitas durante las vacaciones de verano.
—No —dijo con una voz que daba a entender que tenía que ser obvio, incluso para una recién llegada como yo—. Se mudaron aquí hace dos años, vinieron desde algún lugar de Alaska.
Experimenté una punzada de compasión y alivio. Compasión porque, a pesar de su belleza, eran extranjeros y resultaba evidente que no se les admitía. Alivio por no ser la única recién llegada y, desde luego, no la más interesante.
Uno de los Cullen, el más joven, levantó la vista mientras yo los estudiaba y nuestras miradas se encontraron, en esta ocasión con una manifiesta curiosidad. Cuando desvié los ojos, me pareció que en los suyos brillaba una expectación insatisfecha.
— ¿Quién es el chico de pelo cobrizo? —pregunté.
Lo miré de refilón. Seguía observándome, pero no con la boca abierta, a diferencia del resto de los estudiantes. Su rostro reflejó una ligera contrariedad. Volví a desviar la vista.
—Se llama Edward. Es guapísimo, por supuesto, pero no pierdas el tiempo con él. No sale con nadie. Quizá ninguna de las chicas del instituto le parece lo bastante guapa —dijo con desdén, en una muestra clara de despecho. Me pregunté cuándo la habría rechazado.
Me mordí el labio para ocultar una sonrisa. Entonces lo miré de nuevo. Había vuelto el rostro, pero me pareció ver estirada la piel de sus mejillas, como si también estuviera sonriendo.
Los cuatro abandonaron la mesa al mismo tiempo, escasos minutos después. Todos se movían con mucha elegancia, incluso el forzudo. Me desconcertó verlos. El que respondía al nombre de Edward no me miró de nuevo.
Permanecí en la mesa con Jessica y sus amigas más tiempo del que me hubiera quedado de haber estado sola. No quería llegar tarde a mis clases el primer día. Una de mis nuevas amigas, que tuvo la consideración de recordarme que se llamaba Angela, tenía, como yo, clase de segundo de Biología a la hora siguiente. Nos dirigimos juntas al aula en silencio. También era tímida.
Nada más entrar en clase, Angela fue a sentarse a una mesa con dos sillas y un tablero de laboratorio con la parte superior de color negro, exactamente igual a las de Phoenix. Ya compartía la mesa con otro estudiante. De hecho, todas las mesas estaban ocupadas, salvo una. Reconocí a Edward Cullen, que estaba sentado cerca del pasillo central junto a la única silla vacante, por lo poco común de su cabello.
Lo miré de forma furtiva mientras avanzaba por el pasillo para presentarme al profesor y que éste me firmara el comprobante de asistencia. Entonces, justo cuando yo pasaba, se puso rígido en la silla. Volvió a mirarme fijamente y nuestras miradas se encontraron. La expresión de su rostro era de lo más extraña, hostil, airada. Pasmada, aparté la vista y me sonrojé otra vez. Tropecé con un libro que había en el suelo y me tuve que aferrar al borde de una mesa. La chica que se sentaba allí soltó una risita.
Me había dado cuenta de que tenía los ojos negros, negros como carbón.
El señor Banner me firmó el comprobante y me entregó un libro, ahorrándose toda esa tontería de la presentación. Supe que íbamos a caernos bien. Por supuesto, no le quedaba otro remedio que mandarme a la única silla vacante en el centro del aula. Mantuve la mirada fija en el suelo mientras iba a sentarme junto a él, ya que la hostilidad de su mirada aún me tenía aturdida.
No alcé la vista cuando deposité el libro sobre la mesa y me senté, pero lo vi cambiar de postura al mirar de reojo. Se inclinó en la dirección opuesta, sentándose al borde de la silla. Apartó el rostro como si algo apestara. Olí mi pelo con disimulo. Olía a fresas, el aroma de mi champú favorito. Me pareció un aroma bastante inocente. Dejé caer mi pelo sobre el hombro derecho para crear una pantalla oscura entre nosotros e intenté prestar atención al profesor.
Por desgracia, la clase versó sobre la anatomía celular, un tema que ya había estudiado. De todos modos, tomé apuntes con cuidado, sin apartar la vista del cuaderno.
No me podía controlar y de vez en cuando echaba un vistazo través del pelo al extraño chico que tenía a mi lado. Éste no relajó aquella postura envarada —sentado al borde de la silla, lo más lejos posible de mí— durante toda la clase. La mano izquierda, crispada en un puño, descansaba sobre el muslo. Se había arremangado la camisa hasta los codos. Debajo de su piel clara podía verle el antebrazo, sorprendentemente duro y musculoso. No era de complexión tan liviana como parecía al lado del más fornido de sus hermanos.
La lección parecía prolongarse mucho más que las otras. ¿Se debía a que las clases estaban a punto de acabar o porque estaba esperando a que abriera el puño que cerraba con tanta fuerza? No lo abrió. Continuó sentado, tan inmóvil que parecía no respirar.
¿Qué le pasaba? ¿Se comportaba de esa forma habitualmente? Cuestioné mi opinión sobre la acritud de Jessica durante el almuerzo. Quizá no era tan resentida como había pensado.
No podía tener nada que ver conmigo. No me conocía de nada.
Me atreví a mirarle a hurtadillas una vez más y lo lamenté. Me estaba mirando otra vez con esos ojos negros suyos llenos de repugnancia. Mientras me apartaba de él, cruzó por mi mente una frase: «Si las miradas matasen...».
El timbre sonó en ese momento. Yo di un salto al oírlo y Edward Cullen abandonó su asiento. Se levantó con garbo de espaldas a mí —era mucho más alto de lo que pensaba— y cruzó la puerta del aula antes de que nadie se hubiera levantado de su silla.
Me quedé petrificada en la silla, contemplando con la mirada perdida cómo se iba. Era realmente mezquino. No había derecho. Empecé a recoger los bártulos muy despacio mientras intentaba reprimir la ira que me embargaba, con miedo a que se me llenaran los ojos de lágrimas. Solía llorar cuando me enfadaba, una costumbre humillante.
—Eres Isabella Swan, ¿no? —me preguntó una voz masculina.
Al alzar la vista me encontré con un chico guapo, de rostro aniñado y el pelo rubio en punta cuidadosamente arreglado con gel. Me dirigió una sonrisa amable. Obviamente, no parecía creer que yo oliera mal.
—Bella —le corregí, con una sonrisa.
—Me llamo Mike.
—Hola, Mike.
— ¿Necesitas que te ayude a encontrar la siguiente clase?
—Voy al gimnasio, y creo que lo puedo encontrar.
—Es también mi siguiente clase.
Parecía emocionado, aunque no era una gran coincidencia en una escuela tan pequeña.
Fuimos juntos. Hablaba por los codos e hizo el gasto de casi toda la conversación, lo cual fue un alivio. Había vivido en California hasta los diez años, por eso entendía cómo me sentía ante la ausencia del sol. Resultó ser la persona más agradable que había conocido aquel día.
Pero cuando íbamos a entrar al gimnasio me preguntó:
—Oye, ¿le clavaste un lápiz a Edward Cullen, o qué? Jamás lo había visto comportarse de ese modo.
Tierra, trágame, pensé. Al menos no era la única persona que lo había notado y, al parecer, aquél no era el comportamiento habitual de Edward Cullen. Decidí hacerme la tonta.
— ¿Te refieres al chico que se sentaba a mi lado en Biología? pregunté sin malicia.
—Sí —respondió—. Tenía cara de dolor o algo parecido. —No lo sé —le respondí—. No he hablado con él. —Es un tipo raro —Mike se demoró a mi lado en lugar de dirigirse al vestuario—. Si hubiera tenido la suerte de sentarme a tu lado, yo sí hubiera hablado contigo.
Le sonreí antes de cruzar la puerta del vestuario de las chicas. Era amable y estaba claramente interesado, pero eso no bastó para disminuir mi enfado.
El entrenador Clapp, el profesor de Educación física, me consiguió un uniforme, pero no me obligó a vestirlo para la clase de aquel día. En Phoenix, sólo teníamos que asistir dos años a Educación física. Aquí era una asignatura obligatoria los cuatro años. Forks era mi infierno personal en la tierra en el más literal de los sentidos.
Contemplé los cuatro partidillos de voleibol que se jugaban de forma simultánea. Me dieron náuseas al verlos y recordar los muchos golpes que había dado, y recibido, cuando jugaba al voleibol.
Al fin sonó la campana que indicaba el final de las clases. Me dirigí lentamente a la oficina para entregar el comprobante con las firmas. Había dejado de llover, pero el viento era más frío y soplaba con fuerza. Me envolví con mis propios brazos para protegerme.
Estuve a punto de dar media vuelta e irme cuando entré en la cálida oficina. Edward Cullen se encontraba de pie, enfrente del escritorio. Lo reconocí de nuevo por el desgreñado pelo castaño dorado. Al parecer, no me había oído entrar. Me apoyé contra la pared del fondo, a la espera de que la recepcionista pudiera atenderme.
Estaba discutiendo con ella con voz profunda y agradable. Intentaba cambiar la clase de Biología de la sexta hora a otra hora, a cualquier otra.
No me podía creer que eso fuera por mi culpa. Debía de ser otra cosa, algo que había sucedido antes de que yo entrara en el laboratorio de Biología. La causa de su aspecto contrariado debía de ser otro lío totalmente diferente. Era imposible que aquel desconocido sintiera una aversión tan intensa y repentina hacia mí.
La puerta se abrió de nuevo y una súbita corriente de viento helado hizo susurrar los papeles que había sobre la mesa y me alborotó los cabellos sobre la cara. La recién llegada se limitó a andar hasta el escritorio, depositó una nota sobre el cesto de papeles y salió, pero Edward Cullen se envaró y se giró ——su agraciado rostro parecía ridículo— para traspasarme con sus penetrantes ojos llenos de odio. Durante un instante sentí un estremecimiento de verdadero pánico, hasta se me erizó el vello de los brazos. La mirada no duró más de un segundo, pero me heló la sangre en las venas más que el gélido viento. Se giró hacia la recepcionista y rápidamente dijo con voz aterciopelada:
—Bueno, no importa. Ya veo que es imposible. Muchas gracias por su ayuda.
Giró sobre sí mismo sin mirarme y desapareció por la puerta.
Me dirigí con timidez hacia el escritorio —por una vez con el rostro lívido en lugar de colorado— y le entregué el comprobante de asistencia con todas las firmas.
— ¿Cómo te ha ido el primer día, cielo? —me preguntó de de forma maternal.
—Bien —mentí con voz débil.
No pareció muy convencida.
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Darky

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MensajeTema: Re: Saga Crepúsculo... un amor peligroso   Saga Crepúsculo... un amor peligroso EmptyMar Ene 20, 2009 5:06 pm

Son el PREFACIO y el PRIMER CAPÍTULO de Crepúsculo. Me pareció bien ponerlos, por si a alguien le interesa leerlos.
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