La sorpresa/alegría más grande de mi vida.

La alegría, y a la vez sorpresa más grande de mi vida fue cuando mi madre me dijo que mi primo me iba a enseñar a tocar la guitarra. En ese momento me sentí inmensamente feliz pero… ¿aquello era cierto?

Al principio no me lo creía, pero a partir de que mi primo vino en persona a decírmelo.

Mientras que no tenga mi esperada y espero que hermosa guitarra, me van a dejar una que, a lo mejor acaba siendo mía. Eso según las prometedoras palabras de Breo, mi primo.

Aún no sabía cuando empezarían las dichosas clases de guitarra, pero yo ya estaba infinitamente alegre. El gran sueño de mi vida estaba a punto de realizarse.

Finalmente me dijeron que posiblemente empezara a aprender a tocar estas Navidades, pero que aún no es seguro. Eso es estupendo, aunque solo sea un quizás. Dentro de poco, o eso espero, podré coger una guitarra entre mis manos y hacer algo útil con ella, tocarla.

Y esta es la mayor alegría que me dieron en mi vida. Tal vez dentro de poco me den otra gran sorpresa que supere a esta, pero eso ya será otra historia.

LA ALEGRÍA MÁS GRANDE DE MI VIDA. 1)

Mi amiga Bea y yo no teníamos un chavo, pero sí unas inmensas ganas de aventuras. Así que aquella semana, después de cerciorarnos que en la Universidad no nos iban a desvelar el sentido de la vida ni nos explicarían por fin porqué desaparecieron los dinosaurios, decidimos marcarnos un viajecito a Lisboa.

Después de 10 horas en tren (durante las cuales, todo sea dicho, conocimos a unas gallinas muy simpáticas) 2), llegamos a la capital de Portugal 3), todavía con menos pasta de la que habíamos traído pero con el billete de vuelta, que hay que ser precavido en esta vida. Por suerte, la capital de Portugal 4) está repleta de pensiones, hostales y hospedajes muy adecuados para el estudiante sin recursos. Para más señas, nos alojamos en la Pensiao Imperial, en pleno centro, compartiendo cama por un precio módico, aunque no os recomiendo el sitio, que está lleno de picores. Pican las sábanas, pican las mantas, pican los mosquitos, pica hasta el papel de las paredes y a mí, además, me picaba el pelo de Bea, que lo tiene muy largo y frondoso y se lo suelta para dormir. Además, las cucarachas que comparten la habitación contigo son muy jetas y no pagan un duro…

En fin, en la Pensiao Imperial no deben tener tampoco vigilante nocturno, porque nos robaron toda la pasta la primera noche, y eso que no habíamos pegado ojo… (yo creo que pudo comérsela una rata, pero no quiero acusar sin pruebas). Bea gritó y gritó a la dueña de la pensión y dijo que era la hija de un comisario y yo dije que mi padre era un político muy importante, pero pasó una cosa muy rara: a pesar de que berreábamos en gallego y de todos es sabido que la comunicación entre gallegos y portugueses es bien fluída, la señora de la pensión no paraba de decir: “Nao entendo nadinha, nao entendo…” mientras nos empujaba hacia la puerta de salida.

En Lisboa, solas, hundidas, despeinadas, con el orgullo por los suelos y el corazón henchido de morriña visitamos la ciudad hasta que nos ardieron los pies por las plantas 5). No teníamos dinero, pero sí: a) Teníamos frío. b) Teníamos hambre. c) Teníamos que dormir en un cajero. d) Teníamos que aguantarnos la una a la otra, y el mal humor hacía que nos empezáramos a odiar… Cada una barruntaba en el asesinato de la otra, acto punible donde los haya y que no os recomiendo, pero que en aquellos momentos resultaba muy tentador...

Un minuto antes de la desgracia, una mujer atravesó la calle y Bea gritó: TIAAAAAAAA! ¡Era su tía!6) Vivía en Lisboa y a mi amiga ni siquiera se le había ocurrido. Bea se abrazó a ella llorando a mares y la mujer se emocionó por lo que creía era el cariño de su sobrina...

Ver a la tía de Bea allí fue la alegría más grande de mi vida. Los bollitos preñados que nos compró fueron la segunda alegría más grande de mi vida, que me supieron mejor que los percebes. Y fuimos a una fiesta con sus primos que estuvo muuuuuuy bien y esa sí que no os la cuento.

Y AQUÍ TERMINA ESTA HISTORIA.

NOTAS AL PIE DE PÁGINA.
1) En el título de esta redacción os he puesto una trampa, pero hasta ahora, nadie la ha descubierto…
2) El tramo Santiago-Oporto se solía aprovechar para vender en el mercadillo de Valença do Miño. Por eso mucha gente iba acompañada de sus animales.
3) Es Lisboa, para aquellos que no estén muy atentos en las clases de Jorge.
4) Ver la nota número 3.
5) de los pies, evidentemente.
6) No es una redundancia esta aclaración. Me refiero a que era su tía, la hermana de su padre, no una tía cualquiera a la que por la calle hubiera dicho ella: TIAAAAAA.!